miércoles, 9 de septiembre de 2015

Clinical Features of Dog- and Bat-Acquired Rabies in Humans


La rabia es una zoonosis, una enfermedad infecciosa aguda de tipo viral (Rhabdoviridae) que afecta el sistema nervioso central y genera encefalitis con una letalidad muy cercana al 100% cuando no es tratada oportunamente. 
Este virus se encuentra en todo el planeta y ataca tanto a animales domésticos como salvajes, incluyendo al hombre. Se encuentra en la saliva y en las secreciones de los animales infectados; esto nos lleva a mantener una investigación epidemiológica constante para localizar casos de riesgo letal. Para esto se deben tomar en cuenta factores de riesgo por parte del animal agresor como su especie, la zona geográfica, estado clínico del animal y tipo de medio donde se llevó a cabo el suceso (urbano, rural, etc).
Entre los transmisores más frecuentes de la rabia se encuentran los perros, gatos, zorros, zorrillos, coyotes, lobos, murciélagos, ardillas, mangostas, etc. En cuanto a los murciélagos, están dotados de un aparato bucal perfectamente adaptado para morder y para alimentase de la sangre que emana de la herida. Cada uno muerde diariamente a uno o más bovinos (u otras especies de animales) en cualquier parte del cuerpo, pero principalmente en la base y atrás de las orejas, en el dorso y en el cuello. En cuanto al perro, la saliva será infectante generalmente a partir de los 2-5 días antes de la presentación de los síntomas; mediante la mordedura habrá soluciones de continuidad, a través de las cuales el virus podrá infectar  las células y terminaciones nerviosas.
En condiciones normales, la forma usual de transmisión ocurre a través de la mordedura, aunque experimentalmente se ha demostrado que la rabia puede ocurrir mediante la infección por aerosoles, a través de la vía respiratoria, e incluso por vía oral.
Este artículo se centra en diferenciar las características clínicas entre pacientes infectados por murciélagos y perros; ya que no existe ningún artículo concluyente que sustente esta hipótesis.



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Clinical Infectious Diseases 2013;57(5):689–96
DOI: 10.1093/cid/cit372












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